Nací en Madrid en 1964. Mis primeros contactos con la fotografía fueron en la infancia, en casa había un pequeño laboratorio de blanco y negro, cámaras y afición. Esta última es lo único necesario para hacer fotos, sin ella o con poca se acaba colgando la cámara.
Estudié Filosofía y tras años de beca tuve que decidir si mi futuro iría por la senda académica o convertía mi afición en profesión. El azar y la voluntad optaron por lo segundo.
Siempre he trabajado como fotógrafo freelance colaborando con distintos medios. No me he especializado en ningún género fotográfico, y esta vez sólo por decisión propia: fotografiar es una forma de ver y la visión no entiende de géneros y no debería reducirse a ellos.

Cualquier cámara, desde un teléfono móvil a una de gran formato, me gusta y he tenido la suerte de poder trabajar con todas. Cuando empecé a desarrollar mi vida profesional sólo había película y, sin embargo, ahora parece que no la haya habido nunca. De la película me gusta su sobriedad, es la fotografía en estado puro porque capta el instante sin visualización inmediata, la imagen queda en la memoria. Pero del pixel me fascina, y es contradictorio, la posibilidad, la obligación, de ver la imagen casi de forma simultánea al disparo, la pérdida de memoria se sustituye por una potente y veloz máquina de aprendizaje fotográfico. Pero para mí sólo hay una fotografía, muchos fotógrafos y sus fotografías que nos enseñan distintas formas de ver lo que nos rodea.

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